Así se llama un capítulo de El Equilibrista y el pasado jueves escuché una historia que ilustra perfectamente qué hacer para escuchar las señales. Fue en el Congreso de Supply Chain organizado por AECOC, en una amigable comida Francisco (muchas gracias amigo) compartía con nosotros una experiencia.

Un amigo suyo, un profesional destacado y una excelente persona. Estaba enfocado en el desarrollo de su carrera profesional y fue cosechando éxitos rápidamente. Tanto es así que llego a ser Director General de una gran compañía con sólo 35 años. ¿Envidiable verdad?

El giro brusco de la feliz historia se produjo cuando en una de sus plantas sufrieron un problema muy grave, se pusieron todos a trabajar para solucionarlo y cuando todo estuvo ya arreglado sufrió un infarto. Afortunadamente los servicios médicos acudieron con rapidez y ya en la ambulancia consiguieron estabilizarle.

De camino al hospital se dió cuenta de que soportaba un estrés extraordinario, que apenas veía a sus hijos, que la relación con su mujer carecía de la pasión de antaño y que no había prestado atención a lo que ahora le parecía lo más importante. Desde luego no era un ejemplo de conciliación. Su reacción fue graciosa, en la propia ambulancia gritó “Y una mierda!!! no me voy a morir de infarto por una fábrica!! se acabó!!”. En ese preciso y precioso instante decidió cambiar de vida y, sobre todo, su actitud ante la vida. Hoy es un destacado coach y conferenciante, mantiene un envidiable equilibrio.

Él consiguió escuchar las señales a tiempo, al límite pero a tiempo. A nuestro alrededor nuestro cuerpo, nuestra pareja, nuestros padres e hijos, nuestros compañeros, nuestra propia mente está continuamente enviándonos señales, algunas débiles y otras más evidentes. ¿Estás tú prestando atención y escuchando esas señales?