Correr sin prisa, parece un contrasentido. Me suena al típico consejo de película, donde el protagonista se encuentra con un sabio que lanza este enigma y se tira toda la trama con la frase resonando en su cabeza.

Hace unos días que vamos vislumbrando cómo va a ser la vida ahora, vamos recuperando libertades y nos preparábamos para vivir. Cuando se abrió la veda para hacer deporte muchas personas salimos como si fuera la última vez que fuéramos  a correr. Algunas se lesionaron. Es lo que puede ocurrir cuando vas con esa sensación de prisa. Ahora que se van eliminando las restricciones horarias, corremos el riesgo de querer bebernos la vida de golpe; mejor disfrutarla y saborearla.

Estas semanas he subido varias veces al monte corriendo. Empecé antes del confinamiento y he continuado. Sin embargo, algo ha cambiado. Algo es distinto, estoy empezando a pensar que he aprendido algo.

Antes subía con el objetivo de sudar y ponerme en forma únicamente. Y siempre iba justo de tiempo. Me fijaba una meta, número de km, llegar a un punto concreto….y después siempre tenía algo que hacer. Siempre iba con sensación de llegar tarde. Tenía prisa. Llegaba al destino, pensaba “lo logré” y me volvía.

Ahora me estoy poniendo también una meta y si hace falta la cambio. El monte no desaparece, estará ahí también mañana. Así que voy sin prisa, disfrutando de cada cima que consigo. Me paro unos minutos, descanso, tomo fuerzas, me acuerdo de algún amigo, incluso hablo con alguna persona antes de retornar. Voy más tranquilo.

La verdad es que disfruto más del camino. La sensación de que hay tiempo, de que puedo ir tranquilo me da mucha más paz.

Llevo muchos años corriendo y, sobre todo, con mucha prisa. Siento que esto es una constante en la sociedad que hemos construido, nos lleva. Ahora ya se correr sin prisa; sólo me queda aplicarlo al resto de áreas de mi vida.

¿Me ayudas a descifrar el enigma antes de que se acabe la peli?