A veces nos empecinamos en buscar diferencias por el mero hecho de ser diferentes. En otras ocasiones queremos que todos seamos iguales para hacer las cosas más fáciles. Nada hay perfecto en esta vida aunque yo generalmente prefiero aprovechar las virtudes que cada uno tenemos, que suelen ser diferentes. Yo prefiero a los diferentes, es difícil encontrar sus puntos de encuentro para crear vínculos comunes pero cuando lo consigues los resultados son espectaculares. Para ilustrarlo os dejo un pequeño cuento de mi cosecha:

 

Erase un joven muy bajito, tanto que tenía complejo porque se burlaban de él. En su pueblo estaba triste y quería escapar, buscar otro sitio donde no le conocieran para empezar de nuevo. Un día se enteró de una expedición en barco muy arriesgada, a tierras lejanas y peligrosas. Estaba tan deseseperado que se sumó a la iniciativa. El día que tocaba partir descubrió que todos los que serían sus compañeros eran especialmente altos y forzudos; lógico, pensó, es una aventura dura que necesita de gente fuerte. Se fue triste donde el capitán:

– Capitán, lo siento. No sirvo ni para esto. Todos son altos y fuertes. Yo no podré ayudar en nada. Siento las molestias, me marcho

– De ninguna manera joven. Yo te enrolé y ahora ya no puedes echarte atrás – le respondió el capitán con voz grave y mirándole fijamente a los ojos, amenazador.

El joven, temeroso, acató. No tenía nada que perder, ni siquiera su autoestima

Durante la expedición pasaron tormentas, vendavales, golpes. Se quedaron pronto sin comida ni bebida. Las velas rotas iban a duras penas a la deriva y encallaron en una playa de acantilados. No tenían posibilidad de subir y el bote estaba destrozado. Casi sin esperanzas el pequeño protagonista descubrió una cueva por la que sólo el cabía gracias a su tamaño. Era su única esperanza. Cogío una cuerda y siguió la senda de un riachuelo que tenía dentro. Escalo como puedo hasta salir de la cueva, se le apareció una tierra fértil tanto en vegetación como en fauna. Con la cuerda se acercó al acantilado y apoyándose en los árboles ayudó a sus compañeros a escalar. Se habían salvado. El Capitán le reconoció su valía.

– Confiaba en tus capacidades para ayudar en esta aventura. Todos somos diferentes y todos tenemos algo bueno que aportar. Hay que esperar la oportunidad y cuando llegue aprovecharla. Ahora nos toca a nosotros, más grandes y fuertes, cazar para que todos podamos comer y crear aquí nuestro hogar.

 

Busca la virtud en la diferencia y saca el máximo partido de quienes te rodean en tus aventuras