Pasados unos días tras cambiar mi trayectoria me siguen abordando imágenes de mi pasado reciente. En este caso una reflexión que demuestra lo simple que es el cerebro, tan simple como la vida. Unos días antes de salir de Eroski me hacía la pregunta del millón ¿A quién voy a echar de menos? Al principio vinieron a mi cabeza las personas que ya imaginaba (lo lógico) con quienes más relación has tenido y has vivido momentos más intensos: mis jefes más cercanos, los compañeros, los colaboradores, ese amigo con el que tomo el café, esa amiga que siempre está ahí cuando la necesito, etc. Y cuando seguí indagando en mi red neuronal ¿Quién crees que apareció?

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Comenzó a aparecer gente con la que me encuentro a diario, con la que no tengo una relación muy directa, y que sin embargo habían conseguido dejar una huella en mí. Los dos ejemplos a los que quiero homenajear son:

Miguel Angel y su equipo. El jefe de cocina del comedor y las personas que trabajan con él. Es un lujo contar en la empresa con un comedor, tener un menú equilibrado y sano por un precio económico. Y lo que es alucinante es saber que el equipo de cocina se preocupa por tí. Miguel Angel y su equipo te reciben con un saludo y una sonrisa, a veces te cuentan un comentario sobre el fin de semana, el tiempo o la cara que tienes de ir algo estresado. Y te invitan a desconectar un poco para que descanses y retomes fuerzas. Y si estás pachucho te preparan algo ligero, o si estás a dieta por enfermedad temporal te ayudan a respetarla. Después de mi familia nadie se ha preocupado tanto por mi alimentación; da gusto levantarte cada mañana y saber que comerás bien y con un servicio de diez.

Alberto. Es el guardia de seguridad de la entrada a la oficina. Alberto ve entrar, y salir, a más de mil personas diarias; y, sin embargo, te saluda con amabilidad y una sonrisa. A veces incluso te regala un guiño. Con una naturalidad pasmosa te llama por tu nombre, me alucina ver cómo puede recordar tantos nombres. A mí me daba mucha energía verle de fondo mientras me acercaba a la entrada, todos los días, para mostrarme una sonrisa y recordarme que hoy puede ser un gran día.

En ambos casos la ilusión que le ponen al trabajo no va en el sueldo, lo regalan por amor al arte. En ambos casos me he despedido con mucho cariño y con un GRACIAS enorme. Gracias por vuestro esfuerzo. Gracias por vuestra pasión. Gracias por regalarme vuestra sonrisa sin pedir nada a cambio. Gracias por ser héroes anónimos que con vuestra actitud hacéis más fácil la rutina diaria.

Aprovechando la reflexión seguro que no se te escapa lo que ambos tienen en común: Gente alegre, positiva, animada e ilusionada con pasión por lo que hacen. Ahora ya se lo que tengo que hacer si quiero que me echen de menos.

Y tú ¿Quién es tu héroe anónimo? Te sugiero que cuando le identifiques te acerques, le mires a los ojos y le des las gracias. Lo que vendrá a continuación no puedo expresarlo con palabras, tienes que vivirlo y sentirlo. ¡Pruébalo y verás!