Sigo aprendiendo en cada sesión. Esta semana me quedo con una historia que Cris compartió generosamente con todo el equipo sobre explorar nuestros propios límites.

Contaba cómo cuando somos vendedores intentamos que el cliente salga satisfecho y le vamos ofreciendo productos y servicios en función de lo que pensamos que necesita. Y resulta que cuando en su cesta lleva ya 3 o 4 productos algo sucede que dejamos de ofrecerle opciones; creemos que ya tiene suficiente o pensamos que estamos “metiéndole” producto o a saber qué se pasa por nuestra cabeza. El caso es que en ese momento los vendedores solemos encaminar al cliente a la caja. ¿No te lo crees? Ahí va el ejemplo práctico:

En una iniciativa empresarial se envió una persona a comprar a las tiendas de una gran compañía (unas 75 tiendas aproximadamente), era el “comprador misterioso”. Tenía un presupuesto muy elevado que podía agotar en cada compra; la única condición era que tenía que haber una relación entre un producto y el anterior, es decir, que el vendedor fuera “indagando” sobre lo que el cliente necesitaba. El resultado fue que sólo 1 vendedor consiguió agotar el presupuesto, el resto cuando ya habían vendido 3-4 productos cerraban la venta con el cliente.

Basándome en esta historia clasificaré los límites en físicos e imaginarios:

Límites físicos: aquellos que corresponden a nuestra situación física y son inequívocamente medibles. Por ejemplo si tengo miopía, deficiencia de audición, cuerdas vocales débiles, movilidad reducida, etc. Son situaciones que nos limitan para realizar algunas actividades concretas y desaparecen realizando algunas adaptaciones, sólo necesitas imaginación y motivación. Como ejemplo Daniel Stix, que un anuncio de Cola Cao nos demostraba que para disfrutar no hay límites.

Límites imaginarios: son aquellos que no existen realmente, están sólo en nuestra mente producto de nuestra imaginación debido a experiencias pasadas o a creencias que poco a poco se han instaurado en nuestro cerebro. Estos límites pueden superarse fácilmente desde la experiencia, propia o ajena. Cuando vemos a alguien que los vence nos “damos por vencidos”. Por ejemplo, en la historia del vendedor, si repitiéramos la experiencia con los mismos vendedores aumentaría el % que agotarían el presupuesto; eso sí, seguro que no era el 100% porque nuestras creencias son más fuertes que nosotros, se han instaurado con el paso del tiempo y hay que esforzarse para cambiarlas.

La conclusión asusta porque da igual que el límite sea físico o imaginario, la actitud vuelve a ser clave, con imaginación y motivación casi ninguno se resiste.

¿Cuáles son tus límites?