La última vez que salí a hacer deporte me costó 30′ decidirme, fue el precio de mi resistencia inicial al cambio (ver último post). Mientras corría diseñé esta historia que ilustra cómo se puede ser naúfrago circunstancial o de vocación, depende de tu actitud.

Un naúfrago en una isla desierta sobrevivía con lo poco que recolectaba y sufría su soledad. Tan sólo poseía unas telas, unas tablas de madera encalladas en las rocas y unos remos; todo restos del naufragio. Llevaba varias semanas mirando al mar, pensando en lo difícil que resultaría sobrevivir si hiciera una pequeña balsa con esos materiales.

Siguió pensando y pensando hasta que llegó una gran tormenta, pensó que había sido buena idea no emprender el viaje. Sin embargo, tras el temporal descubrió que el mar se llevó las tablas de madera y los remos. Enfadado, tiró la tela al mar y se resignó a vivir siempre en la isla.

Al cabo de unas semanas vio desde la playa algo que se acercaba. Su sorpresa fue mayúscula al reconocer a otro naúfrago que llegaba a la isla. Le contó su historia: “Llevaba varios días en una isla y al ver que no venían a buscarme me decidí a salir al mar equipado con unos pocos víveres y una pequeña tabla, no tenía nada que perder, quería volver a casa. Tuve mucha suerte porque me pasó por encima un temporal, fueron momentos difíciles pero salí vivo. Además, al volver la calma la fortuna me trajo varias maderas y unos remos, me pude hacer una pequeña balsa. Y después, como caída del cielo, apareció una tela con la que pude dotar de velocidad a la balsa, así conseguí llegar hasta aquí”

El naúfrago lo vio claro y le dijo: “Descansa un poco amigo, en cuanto te recuperes partiremos juntos en busca de nuestros hogares”

Ni que decir tiene que acabaron encontrando el camino a su hogar, por una única razón LO BUSCARON HASTA QUE LO ENCONTRARON

Y tú ¿Eres naúfrago circunstancial o de vocación? Piénsalo mientras disfrutas de las vacaciones de Pascua, te deseo un feliz descanso del guerrero