Cuenta una historia que un cocinero contrató a un ayudante nuevo. Tenía un restaurante que funcionaba hacía muchos años y del cual se sentía orgulloso. A las pocas semanas de empezar el ayudante cogió la confianza suficiente para decirle a su jefe que le parecía que los hornos estaban sucios. El cocinero se enfadó bastante, pero al cabo de unos días accedió a limpiar «un poco» el horno.
Una vez hecha esa limpieza por encima se dio cuenta de que de verdad tenía suciedad y realizaron una limpieza a fondo. Cuando acabaron introdujeron las bandejas y al hacerlo se dieron cuenta de que estas tambien estaban sucias, más de lo que incluso pendaba el ayudante. Tras limpiarlas contrastaba con su brillo lo apagado de las cazuelas que también recibieron una buena limpieza. Y así siguieron toda una larga jornada hasta que limpiaron toda la cocina. Al acabar, ambos se sintieron satisfechos y orgullosos, tenían una cocina como nueva. El cocinero quedó profundamente agradecido e incluso se motivó a cocinar mejor y el restaurante cogió mayor fama.
En tu vida pasa lo mismo, cuanto menos la limpias más se acumula la suciedad poco a poco y aparentemente no se nota. Sin embargo cuando empiezas a profundizar en ti mismo y empiezas a limpiar, vas sacando brillo a tu alma y encontrando la suciedad que te pasaba desapercibida y que te impedía mejorar y desarrollar la mejor versión de ti mismo. Puedes empezar tú solo o bien ayudarte en algún amigo o un buen coach que, como ese ayudante, te haga la pregunta adecuada ¿No te parece que tu horno está un poco sucio? Cuanto antes empieces a limpiar antes empezarás a brillar.