Me encanta trabajar el coaching para niños. He tenido alguna pequeña experiencia y suelo buscar casos por la red. Hace un tiempo leí una preciosa historia en el blog de la psicóloga Mari Carmen Alonso que quiero compartir. Cuenta así

 

Había una vez un niño que tenía la mirada perdida. Siempre andaba de un lado a otro sin saber muy bien a dónde ir. Todos se peguntaban por qué actuaba así, qué le hacía estar tan ausente de este mundo.

Me senté a su lado y comencé a representar a través de diferentes materiales como me sentía en ese momento. Al finalizar mi representación le pregunté ¿sabes cómo me siento? Me miró y tras transcurrir unos minutos me dijo:

“Te sientes triste, enfadada preocupada constantemente y con pocas ganas de reír. Así es como se sienten todos los adultos”- Impresionada por la respuesta cogí plastilina y le dije: ahora represéntame como te sientes tú”.

Al finalizar le pedí que me explicase qué había representado y mirándome a los ojos y con una leve sonrisa comenzó a decir:

  • “He representado un superhéroe porque me gustaría tener poderes mágicos para que los adultos aprendiesen a dar más abrazos y a confiar más en nosotros los niños”.
  • “He representado una cara sonriente, para que mis padres compartan más momentos de alegría y felicidad conmigo y no estén constantemente preocupados en que lo haga todo perfecto.”
  • “He representado un niño durmiendo porque me gustaría que los mayores me dejasen creer en mis sueños y me animasen a conseguirlos”.
  • “A veces me gustaría estar siempre durmiendo y en mi “mundo” para poder soñar libremente y que nadie corte mis alas”.

Realmente no le sucedía nada, que a quién quizá le estaba sucediendo algo era a esos adultos que se pasan el día preocupados por exigir a los niños que cumplan a la perfección cada petición y que se ajusten a sus expectativas.

Es importante permitir que los niños sueñen, no robarles sus ilusiones, dejar que sean ellos mismos quienes decidan si continuar o cambiar de sueño. Y si un día ves a tu hijo ausente, distraído… pregúntate qué puedes hacer para acercarte a él y mostrarle tu apoyo incondicional.

 

Nuestro mundo a veces se convierte en algo muy distinto a aquello que de niños alguna vez soñamos. ¿Y tu mundo? ¿Cómo es tu mundo? Y sobre todo ¿Cuánto se parece a ese mundo que de pequeño soñabas?