Dicen que la ceguera no tiene cura; será la física. La semana pasada tuve la gran fortuna de poder asistir a una reunión de directivos de hotel de la zona norte de la cadena Sercotel que organizaba el Gran Hotel Bilbao. Disponía de 15 minutos para contarles cómo el coaching y el clownching podían ayudarles a conseguir sus objetivos.

Lo cierto es que lo pasamos muy bien. Aunque para mí lo más interesante vino después cuando, mientras comíamos, comentábamos sobre nuestras vidas. Me impactó una historia en la que un compañero contaba lo que el cancer (felizmente ya recuperado) había cambiado en su vida.

Hace tiempo que lo dejó atrás y, erróneamente, se había dejado llevar por el día a día de nuevo. Aunque las prioridades las tenía claras reconocía que podía ver falta de coherencia entre ellas y a lo que dedicaba el tiempo. Sin embargo una cosa mantenía viva: la obsesión por vivir al 100% cada minuto.

Ahora cada minuto que pasaba con su familia estaba allí, presente. Sin sonidos de móvil, sin interrupciones de llamadas o mails, sin pensar en otros problemas. Se encontraba presente al 100% y eso hacía de sus relaciones personales una vivencia más intensa. En cada cosa que hacía pensaba «¿Qué tengo ahora que hacer más importante que esto?» Si encontraba respuesta ahí iba, sino se centraba en lo que estaba haciendo.

Y yo pensé que sí, que la ceguera tiene cura.